Involucrarnos en guerra de Afganistán fue un error mayúsculo -por no utilizar términos más duros. Lo peor es que en una guerra se sabe cuando se entra pero nunca se sabe cuando se podrá salir. Y lo más grave que quienes deciden hacerla se quedan cómodamente sentados en el sofá de su casa o en su despacho mientras son otros, que nunca la habrían iniciado, los que se dejan la vida en acto de servicio por verse obligados a ir a las zonas en conflicto en misión de paz.
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