lunes, 8 de febrero de 2010

SOBRE LA ONTOLOGÍA

En un mundo en que todo pasa por una tendencia a la uniformidad cualquier opinión o forma de actuar personal discordante con las pautas que te marca la sociedad convierten al individuo en una especie de rara avis que no encaja en ningún lugar, ni acá ni acullá. Desde estas líneas reivindico el derecho a poder ser uno mismo, a poder actuar y expresar las ideas con naturalidad, siempre dentro del debido respeto a las del otro, que -¿quién sabe?- pueden servir incluso como caldo enriquecedor para las propias.

Dudo de que nadie en su sano juicio pueda afirmar que es poseedor de la verdad (absoluta) y que en consecuencia pueda reclamar el derecho a intentar imponer sus convicciones por la fuerza. No se puede actuar contra la diversidad de pareceres ni caracteres, entre otras cosas porque si éstos no existieran algo intrínseco a nuestra naturaleza humana desaparecería con ellos. Ni se puede actuar contra la dignidad el individuo vapuleando sistemáticamente toda palabra que sale de su boca, como si no fuera capaz para decidir conscientemente sobre sus actos.

Tengamos además en cuenta que nada significa lo mismo para todos, y que aquello en lo que unos ven simplemente un medio, otros ven el fin buscado. Intentemos hallar, pues, el punto de equilibrio que nos permita perseguir un mundo más justo. Imitemos a Diógenes, quien para sorpresa de sus coetáneos iba por la calle intentando encontrar, simplemente, personas (en toda la extensión de la palabra).

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